Recuerdo aquel día
Recuerdo aquel día. Un día de verano. Una magnífica tarde.
Salimos de casa a caminar. Recuerdo la blusa blanca que llevabas, los pantalones vaqueros Lois (aquellos que moldeaban cualquier culo hasta rozar la perfección), las vertiginosas sandalias de tacón corrido con sus flores de colores y tu piel morena, tus ojos brillantes y tu sonrisa, sobre todo tu sonrisa.
Hasta sacamos una foto.
Llegamos al pueblo de al lado, tomamos algo, dimos una vuelta y fuimos a cenar a ese bar que desde ese día fue el de nuestra confianza para siempre. Tomamos unas cazuelitas. Recuerdo los champiñones y los chipirones; impresionantes.
Y cuando salimos de allí fuimos a la terraza habitual, donde encontramos a los amigos que siempre se juntaban allí. Charlamos, reímos y bebimos sólo hasta achisparnos un poco; sólo un poco. Lo cuento rápido, pero fueron varias horas en las que no dejaste de sonreír. Y supongo que yo tampoco.
Después no sé cómo, llegamos a casa e hicimos el amor. No recuerdo el acto, pero estoy seguro de que fue también perfecto.
De vez en cuando me viene aquel día a la cabeza y deseo repetirlo. Y me pregunto: ¿por qué no? Y me respondo: porque no puede ser.